Quizás ese deseo tan efímero y a
la vez interminable de querer ser y no ser al mismo tiempo nos hace la vida un
poco más amable, un poco menos ficticia.
No sé de qué manera podría
conseguir exponer aquí mis pensamientos con esa manera vehemente que suelo
tener al hablar de lo que siento. Llegan momentos en los que te das cuenta que
hay veces que sientes, que intuyes, pero que no te planteas más allá, no hay de
momento ninguna reflexión. Y sin embargo llega alguien en tu vida que pone
palabras a esa magia creada dentro de ti, y que la hace más real, o no, pero
simplemente le pone nombre a aquello que en un segundo de tu vida te estuvo
hablando sobre ella.
Llegas a tu cubículo, como decía
Jodorowsky, y pones esa luz propia que hace de ti un ente diferente a aquel que
tienes en tu más próxima cercanía.
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