domingo, 26 de septiembre de 2010

but you

necesitaba escribir
necesitaba llorar
necesitaba decirte te quiero


Se levantó aturdida sin saber qué había ocurrido esa noche en su interior. Sentía que su cuerpo estaba inmóvil, que no corría sangre por sus venas, le ocurría algo, no sentía nada. Se miró al espejo, su expresión facial se había perdido, se había escondido aquella noche en algún lugar..

Una lágrima cayó por sus mejillas rozándolas y salpicando su vida. Volvió a caer otra. Una detrás de otra. Pero no las sentía. Por un momento pensó que aquellas lágrimas no eran de corazón. Simplemente sería una pantomima por haber pasado una noche inexplicable. Mejor no sentirlas, pensó. Se repetía a sí misma que era una mentirosa. No quería convencerse, pero era tal su poder sobre ella misma que se lo creyó. 

Su mirada se había esfumado. Su sonrisa estaba llorando..

Quería quedarse todo el día en su casa, romper la rutina, quizás eso le vendría bien para abstraerse de aquella noche inombrable. Lo hizo, se saltó las estrictas normas en su casa y no cumplió su aburrido día día. 

Seguía sientiedo que algo no funcionaba en ella.

Se acostó durante media hora, se echó las sábanas por encima de la cabeza, quería estar tapada, tenía miedo. Esta vez el truco de niña pequeña para perder el miedo le devolvió otro momento inesperado. No sentía el roce de las sábanas. No sentía que estaba fuera del peligro, no sentía aquellas sábanas, suaves del desgaste, no sentía el olor del suavizante recorriendo su nariz. Las tocaba pero ellas a la chica, no. Volvió a cambiar de planes, saldría y escaparía hasta la hora que llegase su familia a su casa, hacia su calle preferida.

Allí escribía normalmente, allí intentaba leer normalmente, allí escuchaba música normalmente, allí se fumaba un cigarro detrás de otro para sentir las caladas, aunque su muerte le pudiera sorprender, normalmente. Ella sabía que era triste, pero necesitaba los cigarros, necesitaba tener esa droga, se había vuelto dependiente. 

Así que sin perder tiempo, se levantó y cogió un vaporoso vestido. Con él a veces se sentía una princesa, otros una melancólica triste, ese era aquel día. Cogió el reloj metálico con el que siempre notaba fresco y se lo colocó. Empezó a gritar, a llorar, a no poder respirar bien. Hoy no estaba fresco.

¿Qué me pasa? ¿Por qué no siento nada? ¡Sólo pienso! también quiero sentir. Decía la niña con una voz muerta, vacía, dolida.

Su cuerpo estaba paralizado ante cualquier respuesta, ni un puñetazo lo sentiría, lo peor es que un abrazo tampoco. Esa noche su vida había cambiado. Tenía una parálisis facial que se extendía por todo el cuerpo. Nada le funcionaba bien.





A veces en la vida te das cuenta de lo importante que es la mente para uno mismo.
Soy mi enemiga número uno.
Todavía no he terminado. Lo dejo para otro día.


te voy a echar de menos mi nanoso mimoso. Te quiero, quñe especial eres!

1 comentario:

  1. Es muy interesante Ans.. creo más o menos saber lo que es, y veo mucho de ti en esa historia.. tú no sufres ninguna parálisis que te impida sentir cosas; además, eso te privaría tan sólo de las sensaciones sensibles en tu piel, de las que sólo puedes tener con el contacto corporal.. Te quedan todas las otras: las sensaciones que van por dentro, lo bonito de un abrazo no es sólo el sentir tan cerca a una persona, sino lo que significa o lo que te aporta ese gesto a ti misma, a tus sentimientos. Te quiero, creo que de todas las personas que conozco tú sin duda eres la que nunca podría sufrir una parálisis emotiva :)

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